Conocí a Olivia en la primavera del año del master y ya ese
verano, el de 1992, tuvimos una tórrida relación, sabiendo como sabía que no era su primer, ni segundo, ni tercer amor. Desde entonces la amo y la
siento mía. No ha habido un solo año, desde entonces y ya hace más de veinte años,
que no nos hayamos encontrado en alguna ocasión, durante al menos un par de
días. Y sobre todo aquellas primeras veces eran para mi importantes y emocionantes y ella era siempre la protagonista de nuestros encuentros. En seguida se la presenté a mis madres y LQMP encontró una especial afinidad
con ella basada en el amor que ambas profesaban por la lengua y la literatura
francesas. Que la quiso especialmente lo sé porque LQMP me traducía partes de las
cartas de Olivia que yo no conseguía desentrañar, porque me compraba en español
los libros que Olivia había leído en el original francés… (Aún conservo
aquellas cartas de LQMP y aquellos libros de segunda mano sin leer, todavía envueltos
en film transparente, ¡qué añoranza por mi madre!). Recuerdo perfectamente que
fue Helen la que me la presentó y que yo a mi vez le he presentado Olivia a
mucha gente. De hecho fue a través de mí que volvió a tener relaciones con
eminentes lesbianas, Margaret Reynolds entre otras, (y eso mientras Margaret todavía
estaba con la Winterson…)
Hace ocho años mi relación con Olivia alcanzó el clímax y, tras éste, un lento ocaso; aunque siento que mi amor y afecto por ella permanecerá
por siempre, como el de esas parejas de ancianos a los que se les humedecen los
ojos cuando piensan el uno en el otro. Cuando emprendí el papeleo para una
segunda adopción, de la que, todo hay que decirlo, nunca estuve muy convencida
y que pude parar a tiempo, la carpeta de esa niña ponía (y pone, esa carpeta de
la niña que pudo haber sido y no fue no consigo tirarla) en grandes letras mayúsculas:
OLIVIA.
Me creo que lo sé todo de lo Olivia, que la quiero más y
mejor que nadie la ha querido. Puedo entender que no sea así, pero cuando
alguien viene, como hoy, y me la desprecia de esta manera, me duele el alma.
uf, la leí hace tantos años que apenas recuerdo nada y no sé cómo llegué a ella, a través de otro libro, supongo, nadie me la recomendó. eran mis años bloomsburyanos. qué gusto leerte.
ResponderEliminarOlivia es un bonito nombre, sí.